El mar estaba inquieto aquella noche. Las olas golpeaban con fuerza el casco del Aurora, la embarcación en la que Lucas y su tripulación navegaban hacia la legendaria Isla Espectral. Durante siglos, los marineros hablaban de un tesoro oculto en sus profundidades, enterrado por el temible pirata Barba negra antes de su desaparición. Pero la isla no solo era famosa por su oro… sino por las sombras que la protegían.
Lucas, con el mapa viejo y ajado en sus manos, guiaba a su tripulación con el corazón latiéndole en el pecho. Sabía que no sería fácil. Se decía que ningún hombre había pisado la isla y regresado para contarlo.
Cuando el sol comenzó a asomarse en el horizonte, la silueta de la isla apareció entre la niebla. Era un pedazo de tierra oscura, con árboles retorcidos y una neblina que la rodeaba como un velo fantasmal. El barco encalló en una playa de arena negra, y los hombres desembarcaron con cautela.
—Esto no me gusta… —susurró Martín, el primer oficial, mirando alrededor con recelo.
—El tesoro está aquí —dijo Lucas con firmeza, señalando el mapa—. Solo debemos seguir el sendero de las calaveras.
La expedición avanzó por la selva espesa, donde el aire se sentía pesado y el silencio era inquietante. Pronto encontraron los primeros signos de advertencia: huesos esparcidos, antiguas antorchas consumidas y, lo más aterrador, estatuas de piedra con rostros de terror esculpidos en ellas.
Finalmente, tras varias horas de caminata, llegaron a un claro donde se alzaba una gran roca con una inscripción:
"Solo los valientes que enfrenten sus miedos serán dignos de la recompensa."
—¿Qué significa eso? —preguntó uno de los marineros.
Antes de que Lucas pudiera responder, un viento helado recorrió el lugar, y sombras espectrales comenzaron a surgir del suelo. Eran figuras borrosas con ojos brillantes, guardianes del tesoro maldito.
Los hombres intentaron huir, pero Lucas se quedó inmóvil. Recordó las palabras del mensaje y, con todo su valor, dio un paso adelante.
—No hemos venido a robar —dijo con voz firme—. Solo buscamos el tesoro perdido.
Las sombras se detuvieron. Luego, como si hubieran sido sacudidas por un hechizo, se desvanecieron en el aire.
La roca frente a ellos comenzó a moverse, revelando una escalera que descendía a una cueva oculta. Con el corazón latiéndole con fuerza, Lucas y sus hombres bajaron con antorchas en mano.
Allí, en el centro de la cueva, un cofre de oro macizo esperaba. Lucas lo abrió con cuidado, y dentro encontró montañas de monedas, joyas resplandecientes y un pergamino antiguo con un mensaje escrito a mano:
"El verdadero tesoro no es el oro, sino el coraje para enfrentarse a lo desconocido."
Lucas sonrió. Sabía que aquellas palabras eran tan valiosas como cualquier riqueza. Con el tesoro en sus manos y el espíritu de la aventura ardiendo en su interior, emprendieron el camino de regreso.
La Isla Espectral había sido conquistada, pero su misterio viviría por siempre en las historias de los marineros.
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