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martes, 26 de noviembre de 2024

La Chica del Ajedrez


 En la pequeña escuela del pueblo, cada año se celebraba un torneo de ajedrez. Aunque la mayoría de los participantes eran niños, aquel año había una sorpresa: Luz, una niña de 12 años, decidió inscribirse.

—¿Una niña jugando ajedrez? —se burlaron algunos compañeros—. Seguro la eliminan en la primera ronda.

Luz no dijo nada. En su mente resonaban las palabras de su abuelo, Don Ernesto, quien le enseñó a jugar desde los seis años:
—El ajedrez no es de fuerza, Luz, es de mente y paciencia. Piensa siempre tres jugadas adelante, y el tablero será tuyo.


El torneo comenzó un sábado por la mañana. Las primeras rondas fueron rápidas, y Luz avanzó sin dificultades, sorprendiendo a quienes la subestimaron. Su calma al mover las piezas desconcertaba a sus oponentes, que caían uno tras otro en trampas sutiles que ella había aprendido de su abuelo.

Llegó la gran final. Su rival era Jorge, el campeón defensor, conocido por su agresivo estilo de juego. En los pasillos se escuchaban murmullos:
—No tiene oportunidad. Jorge nunca pierde.


La partida final se jugó en el auditorio de la escuela, lleno de estudiantes, maestros y padres curiosos por ver si Luz podía derrotar al invencible Jorge. Ambos se sentaron frente al tablero, sus miradas fijas en las piezas.

Jorge inició con una apertura agresiva, moviendo sus peones como si quisiera dominar el tablero en pocas jugadas. Luz, tranquila, respondía con movimientos calculados. Mientras Jorge atacaba sin descanso, Luz construía una defensa impenetrable, esperando el momento adecuado para contraatacar.

Cuando Jorge capturó una de sus torres, algunos en el público rieron. Pero Luz no perdió la compostura. En silencio, comenzó a mover sus piezas de manera meticulosa, atrapando al rey de Jorge en un rincón del tablero.

De repente, Luz avanzó su reina y declaró:
—Jaque mate.

El auditorio quedó en silencio. Jorge miró el tablero incrédulo, intentando encontrar una salida. No había ninguna.


La ovación fue instantánea. Los profesores y alumnos aplaudieron mientras Luz se levantaba con una sonrisa tímida. Jorge, aún sorprendido, le tendió la mano.
—Eres increíble. Nunca había jugado contra alguien como tú.

Cuando le entregaron el trofeo, Luz lo levantó con orgullo. Miró al público y dijo:
—El ajedrez no es de hombres ni de mujeres. Es de quienes aman pensar y soñar con cada jugada.

Desde ese día, Luz no solo fue conocida como la campeona, sino como La Chica del Ajedrez, inspirando a muchas niñas del pueblo a participar en el torneo el año siguiente.

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