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lunes, 18 de noviembre de 2024

El Swing Perfecto

En el pequeño pueblo de La Loma, el béisbol no era solo un deporte, era una forma de vida. Todos los niños soñaban con ser grandes peloteros, y Etni no era la excepción. Sin embargo, había un problema: no destacaba en nada. Ni lanzaba con fuerza, ni corría rápido, ni tenía un buen swing.

Cada tarde, mientras sus amigos practicaban en el campo, Etni solía quedarse en las gradas, observando en silencio y soñando con el día en que le dieran una oportunidad.

—Etni, mejor quédate viendo. No queremos perder por tu culpa —le decía su compañero Marcos, el capitán del equipo.

Aunque esas palabras le dolían, Etni no se rendía. Por las noches, después de terminar sus tareas, salía al patio con su bate y una pelota vieja que le había regalado su abuelo. Practicaba una y otra vez, imaginando que estaba en el último inning de un gran partido.


Un día llegó el gran torneo local. El equipo de Etni, los Tigres de La Loma, había llegado a la final contra los Toros de La Vega, un equipo fuerte y bien entrenado. La competencia fue intensa, y al llegar al último inning, los Tigres perdían por dos carreras.

Con dos outs en el marcador y las bases llenas, el turno al bate llegó a Etni. Los murmullos en las gradas eran evidentes:
—¿Por qué lo mandan a él?
—Esto ya está perdido.

Etni caminó hacia el plato, con las piernas temblorosas y el corazón latiendo a toda velocidad. Tomó el bate y miró al lanzador, un chico corpulento conocido por su recta poderosa.

El primer lanzamiento fue rápido y pasó de largo.
—¡Strike uno! —cantó el árbitro.

El segundo lanzamiento fue aún más veloz, y Etni ni siquiera se movió.
—¡Strike dos!

Desde las gradas, algunos empezaron a levantarse, resignados. Pero Etni respiró hondo, cerró los ojos por un momento y recordó las palabras de su abuelo:
—Un buen pelotero no le teme al fracaso. Sólo concéntrate y da tu mejor swing.


El lanzador se preparó para el tercer lanzamiento, y la pelota salió como un rayo hacia el plato. Etni, con toda su fuerza y determinación, giró el bate. El impacto resonó por todo el campo.

La pelota salió disparada hacia el cielo, subiendo más y más, hasta que cruzó la cerca del jardín central.

—¡Jonrón! —gritó el comentarista, mientras los Tigres corrían a celebrar con Etni.

El público estalló en aplausos y vítores. Los Tigres de La Loma ganaron el torneo gracias al swing perfecto de aquel chico callado al que nadie creía capaz.


Esa noche, mientras Etni sostenía el trofeo con su equipo, entendió algo importante: las oportunidades llegan cuando menos las esperas, y cuando lo hacen, hay que estar listo para aprovecharlas.

Desde ese día, nadie volvió a subestimar a Etni, quien ahora era conocido como el héroe de La Loma.


Reflexión: Nunca subestimes tu propio potencial. A veces, el momento más inesperado se convierte en el escenario perfecto para brillar. ⚾

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