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jueves, 21 de noviembre de 2024

Tocar el Cielo


Javier siempre había soñado con destacar en el equipo de baloncesto de su escuela, los Bravos de Miramar , pero había un problema: no era lo suficientemente alto. A sus 16 años, medía apenas 1.70 metros, mientras que sus compañeros de equipo parecían torres en comparación.

—Javier, el baloncesto no es para los bajos —le dijo un compañero entre risas.

Pero Javier no se dejó desanimar. Después de cada práctica, mientras los demás se marchaban, él se quedaba en la cancha, lanzando tiros y practicando saltos. Su entrenador, el señor Martínez, lo observaba desde lejos.

—Javier, ¿por qué sigues aquí? —preguntó una tarde.
—Porque algún día voy a tocar el aro, entrenador.

Martínez sonrió.
—Con esa actitud, quizá hasta toques el cielo.


El torneo escolar era el evento más esperado del año. En la final, Los Bravos de Miramar se enfrentaban a su rival histórico, Los Titanes del Centro. Era un partido intenso, con gradas llenas de estudiantes, profesores y familias.

Desde el primer cuarto, Los Titanes del Centro dominaron el marcador. Sus jugadores eran altos y rápidos, y parecía que nada podía detenerlos. Javier estaba en la banca, animando a su equipo. En el último cuarto, con solo dos minutos restantes, Los Bravos de Miramar perdían por tres puntos.

El entrenador Martínez miró a su equipo, cansado y desmoralizado. Luego volteó hacia Javier.
—Es tu momento. Entra y dales todo lo que tienes.

Javier sintió un nudo en el estómago, pero asintió con determinación. Entró a la cancha bajo las miradas incrédulas de todos.

—¿Él? ¿Qué puede hacer? —murmuraron desde las gradas.


El reloj marcaba los últimos 30 segundos. Los Bravos de Miramar habían reducido la diferencia a un punto, y ahora tenían el balón. Javier recibió un pase y comenzó a driblar, esquivando a los defensas. El aro estaba frente a él, pero uno de los jugadores más altos de los Titanes del centro se interpuso, bloqueando su camino.

En ese instante, Javier recordó todas las horas que había pasado practicando, todos los saltos fallidos, y las palabras del entrenador: Quizá hasta toques el cielo.

Con un grito de esfuerzo, corrió hacia el aro, saltó con todas sus fuerzas y, para sorpresa de todos, ejecutó un slam dunk perfecto.

El público estalló en gritos. El marcador cambió a favor de Los Bravos de Miramar, y el árbitro hizo sonar el silbato final.


Javier aterrizó en el suelo, rodeado por sus compañeros que lo levantaron en hombros. Había hecho lo imposible: no solo había ganado el partido, sino que había demostrado que la verdadera altura no estaba en los centímetros, sino en el corazón y la dedicación.

Esa noche, mientras miraba las estrellas desde su ventana, Javier sonrió. Por primera vez, había sentido que realmente tocó el cielo.


Reflexión: No importa cuán lejos parezca un sueño; con práctica, esfuerzo y fe, hasta lo inalcanzable se vuelve posible. 🏀

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