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sábado, 16 de noviembre de 2024

El Hijo


 En un pequeño pueblo rodeado de bosques densos y montañas altas, vivía Caden, un niño de diez años con una curiosidad insaciable. Caden había crecido en una humilde cabaña en las afueras del pueblo, junto a su madre, Elira, una mujer reservada y misteriosa. Desde muy pequeño, Caden había sentido que algo era diferente en él. Podía hacer cosas que los demás niños no podían: mover objetos sin tocarlos, hacer que las flores florecieran en pleno invierno, e incluso, una vez, había visto su reflejo en el agua del río cambiar de forma, como si una sombra oscura lo observase en lugar de él.

Pero lo más extraño de todo era su madre. Aunque Elira parecía ser como cualquier otra mujer del pueblo, Caden sabía que había algo en ella que no encajaba. A veces, en las noches más oscuras, podía ver cómo sus ojos brillaban con una luz extraña, y sus manos emitían destellos que no eran de este mundo. Los murmullos de los aldeanos, que hablaban a sus espaldas, sugerían que Elira no era lo que aparentaba ser, pero Caden siempre había ignorado sus comentarios, confiando en el amor y cuidado que su madre le brindaba.

Todo cambió el día que Caden cumplió diez años.

Esa mañana, al despertar, encontró a su madre mirando fijamente por la ventana, con una expresión que no lograba reconocer, como si estuviera esperando algo. Ella no le dijo nada cuando Caden la saludó, pero algo en el aire estaba diferente, cargado de una extraña energía que le hizo sentir incómodo.

Hoy es un día especial —dijo Elira, con una voz suave pero firme—. Es el momento de que sepas la verdad.

Confuso, Caden la miró mientras su madre se levantaba y caminaba hacia un viejo baúl de madera que Caden nunca había visto antes. Abrió la tapa con lentitud, y dentro, entre ropas polvorientas y objetos antiguos, había un pequeño libro de cuero negro, cubierto con símbolos extraños.

Esto es para ti, hijo mío. —dijo Elira, con los ojos llenos de una emoción que Caden no entendió—. Es hora de que conozcas quién eres realmente.

Elira le entregó el libro, y al tocarlo, Caden sintió una extraña vibración en su pecho, como si el objeto estuviera conectado a él de alguna forma. Abrió el libro con cautela, y al instante, las palabras comenzaron a brillar en la página.

"El hijo de la bruja será llamado cuando el sol se ponga y la luna se oculte, el equilibrio entre la magia y el corazón será probado."

Caden miró a su madre, con el corazón latiendo con fuerza.

¿Qué significa esto? —preguntó, su voz temblando.

Elira suspiró y se sentó frente a él, con una mirada triste pero amorosa.

Significa que eres hijo de una poderosa bruja, Caden. Yo soy esa bruja. La magia que posees en tu interior es parte de tu herencia, y pronto te encontrarás con el poder que me ha acompañado toda mi vida.

Caden no podía creer lo que escuchaba. ¿Su madre, la mujer que siempre había amado y respetado, una bruja? Y lo más aterrador de todo, ¿él también tenía magia?

¿Soy como tú? —preguntó, temeroso.

Elira asintió.

Sí, hijo, tienes habilidades mágicas que van más allá de lo que puedas imaginar. Pero tu magia no es sólo un don; es también una carga. La magia de los brujos tiene un precio.

Caden sentía que el suelo debajo de él se desmoronaba. No quería ser una bruja, no quería cargar con ese poder oscuro. Siempre había soñado con una vida sencilla, ser un niño común, jugar con los demás, correr por los campos sin miedo. Pero ahora, todo eso se desmoronaba.

¿Por qué no me lo dijiste antes? —preguntó, su voz llena de frustración.

Porque temía que si lo sabías antes, tu vida sería aún más difícil. La magia te llevará por caminos que no comprendes aún, y hay fuerzas que querrán aprovecharse de ti, usar tu poder para fines oscuros. Yo… he hecho todo lo posible para protegerte de eso.

Caden sentía una angustia creciente. ¿Qué haría ahora? ¿Podría simplemente rechazar su destino y vivir una vida común? ¿O debía aceptar la magia, su verdadera naturaleza, y enfrentar lo que eso significaba?

Esa noche, Caden decidió ir al bosque cercano, buscando respuestas en la soledad. Caminó durante horas, el cielo oscureciendo lentamente, y las sombras del bosque parecían moverse a su alrededor, susurrando en el viento. De repente, escuchó una voz, una voz que no provenía de ningún lugar visible, pero que parecía hablar directamente a su mente.

Hijo de la bruja, has llegado.

Caden se giró, encontrándose cara a cara con una figura envuelta en un manto oscuro. Su rostro estaba oculto en sombras, pero la presencia que emanaba era tan poderosa que Caden sintió miedo y fascinación a la vez.

¿Quién eres? —preguntó Caden, tratando de mantener la calma.

La figura sonrió, aunque la sonrisa era fría y sin alma.

Soy quien guía a los portadores de la magia, hijo de Elira. Has heredado un poder antiguo, y ahora debes elegir: abrazar tu naturaleza mágica y reclamar el destino que te pertenece, o rechazarlo y vivir como un mortal, limitado por el tiempo y la muerte.

Caden sentía la presión de la decisión. Si aceptaba su magia, podría llegar a ser tan poderoso como su madre, pero también tan solitario y vulnerable como ella. Si la rechazaba, perdería una parte de sí mismo, pero podría vivir una vida tranquila y sin complicaciones.

Si elijo la magia, ¿qué sucederá con mi madre? —preguntó, mirando fijamente a la figura.

La sombra vaciló un instante.

Si eliges la magia, tú y ella estarán unidos por siempre en un ciclo de poder y sacrificio. Pero si eliges una vida sin magia, perderás todo vínculo con ella, y la olvidarás como si fuera solo un sueño.

Caden sintió un peso abrumador sobre sus hombros. El destino de su madre, su propia vida… todo parecía depender de esa decisión.

Al amanecer, Caden regresó a su casa, agotado y lleno de dudas. Su madre lo estaba esperando, como si supiera que él había tenido una revelación.

¿Qué has decidido, hijo mío? —preguntó Elira, con una sonrisa triste.

Caden la miró fijamente, sintiendo una mezcla de amor y temor.

He decidido… vivir mi vida como tú, mamá. No puedo rechazar lo que soy. —dijo, con la voz temblorosa, pero decidida.

Elira asintió lentamente, como si hubiera esperado esa respuesta.

Entonces, prepárate para lo que viene. No será fácil, pero juntos, encontraremos nuestro camino.

Y así, Caden aceptó su destino como el hijo de la bruja. Aprendió a dominar sus poderes y a usar la magia para proteger a su gente. Sin embargo, nunca olvidó que, al hacerlo, renunció a la vida común que había soñado. La magia le otorgó poder, pero también lo ató a un destino de sacrificio y lucha. Con el tiempo, Caden comprendió que, en la vida, siempre hay un precio que pagar, y que su elección, aunque difícil, era el camino que debía seguir.

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